Los sismos y las grietas en un sistema criminal

Organización de voluntarios tras el sismo en la Ciudad de México
Los sismos del 7 y del 19 de septiembre, además de su destrucción devastadora, revelaron también las grietas y la debilidad estructural potencial de un sistema criminal que empeoró con mucho el desastre natural. Dos fuerzas muy distintas surgieron en la estela de los sismos. Por un lado, el actuar solidario y hasta heroico de muchos miles de jóvenes, “topos”, mujeres, obreros, vendedores, profesionales, campesinos y otra gente del pueblo que se volcaron a las calles, casi inmediatamente, por ejemplo, en la Ciudad de México, motivados por el deseo ardiente y desinteresado de rescatar a la gente atrapada, localizar a la gente desaparecida y auxiliar a los damnificados. 

Toparon con otra fuerza de más lento actuar —de hecho la “ayuda” oficial todavía no ha llegado a varios lugares— con motivos muy distintos y, de hecho, contrapuestos a los intereses populares. En primer lugar y primera plana destacaron los políticos, militares y oficiales del gobierno, acaparando en parte importante los espacios televisivos que por lo general repetían, cual loros entrenados, el discurso oficial. Detrás de ellos venían también las grandes empresas, los grandes capitalistas, llamando por la “unidad de todos los mexicanos" — hasta por parte de las empresas extranjeras transnacionales que rondan por el mundo, explotando y despojando a la gente y destruyendo el medio ambiente. Los intereses de esta fuerza fueron muy distintos: controlar al pueblo (impidiendo esfuerzos de rescate y ayuda en varios casos), poner fin a las operaciones de rescate lo más pronto posible (aún a costo de elevar el número de muertos) y lucrar política y económicamente con el desastre, tratando, entre otras cosas, de reparar la ya muy dañada legitimidad del Estado y el sistema que representa.

El boom inmobiliario capitalista que puso el escenario para el desastre
Pero los crímenes de estas clases dominantes y su sistema mayormente capitalista comenzaron mucho antes de este septiembre trágico. En el caso de la Ciudad de México, con más de 200 muertos, a pesar del antecedente del terremoto devastador de otro 19 de septiembre, de 1985, la incesante necesidad de los capitalistas de buscar la mayor ganancia, que nace de la misma naturaleza de este sistema, llevó a las constructoras a una competencia por edificar construcciones cada vez más altas sobre la base ya comprobadamente movediza de la zona lacustre de la antigua ciudad de Tenochtitlan. Respondiendo a los intereses de las constructoras y otras empresas interesadas, y con la justificación de siempre de "atraer más inversión”, Andrés Manuel López Obrador, como jefe de gobierno supuestamente de “izquierda”, dio el banderazo al actual boom inmobiliario al emitir el bando 2 que permitía construir edificios en "cuatro demarcaciones con la idea de hacer crecer la ciudad de manera vertical" (Proceso, No 2134). Luego se amplió esto a toda la ciudad bajo otros gobiernos de supuesta “izquierda” de Marcelo Ebrard y del actual jefe de gobierno, Miguel Mancera.

Y fueron principalmente los edificios altos, varios incluso de construcción reciente, que se desplomaron en el sismo del 19 de septiembre, provocando cientos de muertes, en la Ciudad de México y en otros estados del centro del país. Desde el punto de vista de los intereses del pueblo, es una locura “hacer crecer de manera vertical” una ciudad ya comprobadamente muy expuesta a riesgos de terremotos; pero desde el punto de vista de las clases dominantes y el funcionamiento del sistema capitalista, es completamente “racional”. La sobrecentralización del aparato productivo y de la población en el Valle de México, típico del desarrollo patrocinado por el imperialismo en los países del "tercer mundo", ha encarecido mucho el precio de la tierra, sobre todo en zonas que se han puesto de moda, y creado la oportunidad de grandes ganancias con cada vez más altos edificios. Para colmo, varios de estos edificios se han construido con materiales inferiores, rindiendo mayores ganancias para las constructoras pero viviendas mucho más peligrosas para la gente.

Si piensas que estos criminales habrán sacado alguna lección del desastre, piénsalo de nuevo: por ejemplo, Aldesa, la empresa constructora responsable del Paso Exprés con su reciente socavón de la muerte cerca de Cuernavaca, ya se metió a Jojutla, Morelos, ciudad duramente afectada por el sismo del día 19, a emprender maniobras de demolición y “reconstrucción” con la misma falta de preocupación por la vida humana que caracteriza el sistema en su conjunto.

Ya que el sistema capitalista se basa en la competencia entre capitalistas para sacar la mayor ganancia de la explotación de los trabajadores, no cabe dedicar muchos recursos a preparativos para desastres, aunque los sismos y huracanes claramente van a venir. Osorio Chong, secretario de Gobernación, admitió que a pesar de que se hable muchísimo de prevención, de protección civil, nadie está preparado para un efecto como lo que sucedió. ¿Por qué chingados no? Por la inaceptable dinámica del sistema capitalista. Por su parte, el gobierno de la Ciudad de México, actuando al servicio de los grandes capitalistas, ha negado la solicitud de por lo menos 113 personas de tener acceso al "Atlas de Riesgo" que debe identificar los riesgos potenciales de sismos, inundaciones, etc. para las diversas zonas y suelos de la ciudad, efectivamente manteniendo en secreto los riesgos a que están exponiendo la población. En un sistema socialista sería posible y una alta prioridad planificar y construir de manera apropiada para una zona sísmica, además de tener preparado los recursos y medios para hacer frente a los desastres para poder en realidad poner la “prioridad en salvar vidas”.

El actuar criminal del Estado
El mismo desarrollo económico capitalista puso el escenario para magnificar este desastre natural, y el actuar de los representantes políticos del sistema en la estela del terremoto aumentó aún más sus efectos mortíferos. Frente a su crisis de legitimidad por Ayotzinapa, Nochixtlán y otros crímenes, montaron todo un operativo mediático masivo de “control de daños (políticos)”, tratando de hacer frente al creciente repudio de importantes sectores de la población. Además de  promesas vacías y expresiones hipócritas de compasión y preocupación por la gente, tomaron algunas medidas temporales para servir de “válvula de escape”, como el metro gratuito, supuesta asistencia médica gratuita (aunque negaron atención a varios), albergues, etc.

Sin embargo, no pudieron disimular su verdadera naturaleza. En una situación en que los minutos y las horas pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte para mucha gente atrapada en los escombros, los militares y policías llegaron en varios casos a acordonar los edificios derrumbados, correr a los voluntarios y hasta a topos y rescatistas profesionales. En otros casos pararon las labores hasta por un día entero o prohibieron el trabajo de noche, con diversas excusas. En varios casos el gobierno acaparó la ayuda donada por el pueblo, o bien para promocionarse o para guardarla para comprar votos en las elecciones de 2018, con el caso más notorio conocido hasta la fecha en Morelos, donde el gobierno impidió a la fuerza que se entregara la ayuda recolectada por la gente a los damnificados, para empaquetarla en cajas oficiales del DIF (Desarrollo Integral de la Familia) y guardarla en bodegas gubernamentales a que todo entraba y nada salían para los damnificados. Los chóferes que fueron obligados a entregar la ayuda al gobierno, lo denunciaron en las redes sociales, y llegaron muchas personas iracundas a liberarla y entregarla a quienes la necesitaban urgentemente. Para colmo, en los departamentos colapsados de Prolongación Petén, en una fábrica de textiles, en un edificio colapsado en la calle Álvaro Obregón y en otros lados, el gobierno intentó meter maquinaria pesada incluso antes de los protocolarios tres días, aunque las protestas de los familiares de víctimas y los voluntarios en general detuvieron estas tentativas mortíferas en algunos casos. Es que meter la maquinaria pesada más o menos garantiza aplastar y matar cualquier sobreviviente.

¿Por qué actúan así? Estos crímenes contra el pueblo tienen una lógica: la lógica de control social, de someter el gran brote espontáneo de solidaridad por parte del pueblo a la camisa de fuerza del control del gobierno y de las clases dominantes y para encubrir las dimensiones de la crisis humanitaria. Esto vino acompañado del más vulgar y asqueroso protagonismo mediático por parte de oficiales del gobierno, con el justamente odiado presidente Peña Nieto besando abuelitas, prometiendo ayuda y reconstrucción de sus casas, y a la vez haciendo comentarios racistas frente a los damnificados en el estado de Chiapas, diciendo a los medios que tomaran fotos para que se vea que “hay gueritas”. En los estados de Chiapas, Oaxaca y Tabasco, muy afectados por el sismo del 7 de septiembre, todavía hay gente esperando la ayuda que les prometieron tras el sismo de 2014, y ya vienen con nuevas promesas.

San Juan Pilcaya, en la Mixteca poblana, cerca del epicentro del sismo del día 19, quedó casi sin casas. Dos días después llegaron sorpresivamente a este pueblo marginado un gran despliegue de elementos militares, camionetas blindadas, coches de lujo y siete helicópteros para una promocional de Peña Nieto, impidiendo de paso que decenas de universitarios entregaran la ayuda que habían traído. Cuando Peña se puso a tomar una foto con una anciana, diciendo "Nada más unas casitas que se cayeron, pero todo bien, ¿verdad?", una universitaria le espetó, "En vez de estarse tomando fotos, ¿por qué no traes comida?" Peor le fue a Osorio Chong, cuando apareció tratando de supervisar los esfuerzos por rescatar a las obreras textiles de una fábrica en la colonia Obrera en la Ciudad de México: los voluntarios lo corretearon con mentadas de madre y gritándole "¡Ponte a trabajar!" No mucho después, el gobierno mandó a los militares a tomar control y armar vallas metálicas resguardadas por la policía para impedir el paso.

La ciencia todavía no ha logrado la capacidad de predecir los sismos. Pero aunque son por ahora una fuerza devastadora fuera del control humano, la operación del actual sistema capitalista, así como el Estado criminal que protege y sirve para reproducir ese sistema, aumentan mucho más de lo necesario el número de muertes y la miseria de la población afectada. Lo que se necesita es un gran “sismo” popular para derrumbar el podrido edificio de este sistema criminal de una vez por todas, y edificar un nuevo sistema, al servicio de la gente y no de las ganancias: se necesita la revolución comunista.

Aurora Roja, Voz de la Organización Comunista Revolucionaria, México
auroraroja.mx@gmail.com                            aurora-roja.blogspot.com



1 comentario:

Anónimo dijo...

Está chido